Nota: Independientemente del acierto o no de las descripciones tan detalladas (algo que no podemos juzgar), el Mensaje que transmite Oliva se ajusta a la Doctrina de la Iglesia, que dice que existen dos tipos de penas para los condenados: la de Daño (privación de Dios) y la de Sentido (suplicio para los sentidos con que se cometieron los pecados). El texto ofrece además una relación muy correcta de los distintos pecados que llevan al Infierno. Veamos:

Le besé los pies a Jesús, y los separó.” No supe qué pasó, pero vi que un hueco inmenso se abrió bajo los pies del Señor; no sé si viajamos a través de él, pero pronto me vi en el Infierno. Escuche, gritos, lamentos, había desesperación, aquel lugar era horrible. Sentí miedo, sentí morirme de pavor, y me dije, -¡¡¡Ay de mí. Señor!!!,¿Dónde estoy? El señor me dijo:

-“No temas nada, nada te pasará. Yo estoy contigo, observa bien”. Entonces vi una hornilla (Hueco donde se colocan brasas o leña, con un respiradero lateral y una rejilla superior) como la boca de un volcán. De ella salían llamas inmensas. Era como un fondo donde se cocina la caña para hacer miel. Como un lago de azufre hirviendo a borbollones, había ahí mucha gente que gritaba y pedía auxilio sin ser escuchados. Unos insultaban, otros estaban vestidos lujosamente, otros estaban sin ropa. Creo que estaban con la ropa que lo enterraron. Un hombre muy rico, con mantos y anillos en los dedos, y cadenas en el cuello, sacaba la mano y decía, sálvame por esto! y mostraba como un gajo de cebolla. Pero las llamas empezaban a consumir el gajo de cebolla hasta quemarle los dedos. Creo que fue algo que dio, pero sin amor, o lo único que regalo en su vida.

El tormento era cruel, no había paz. Le pregunté al Señor:

– ¿Este es el rechinar de dientes? Y me contesto:

-“No, todavía no es. Es solo parte del sufrimiento de los condenados”. Alrededor de la hornilla había demonios con las piernas cruzadas; todos tenían un trinche largo. Su aspecto era horrible, sus ojos rojos, boca malvada, sonrisa malévola, de un color casi negro como gris. Fumaban y fumaban algo que los hacía más rebeldes. Y bebían un líquido rojizo que los llenaba de soberbia.

De pronto todos se colocaron de pie en posición firme. Los condenados deseaban desaparecer. Se consumían en el lago de fuego, era una multitud incontable. El Infierno se estremeció; todo tembló. Por una puerta entraba un demonio como de casi 2 metros de alto, más horrible que los otros demonios. Este tenía cuernos, garras, cola y alas como de murciélago. Los demás no tenían nada de eso. Gritó y zapateó, y todo volvió a temblar. Pregunté quién era, y me dijo:

-” Es Satanás, Lucifer, rey del Infierno”. Hasta los demás demonios le tenían miedo. A una orden dada por él, todos corrieron ante él con el trinche en la mano, en fila como un batallón de soldados. Les dijo algo que no alcancé a escuchar, púes tenía demasiado miedo. Y no le pregunté al Señor. Si el Señor no me hubiera sostenido en ese momento, yo hubiera muerto de terror. El Señor me dijo:

-” Acá no hay paz ni un segundo; acá no hay nada de amor; es el reino del odio. Aquí vienen todos aquellos que me despreciaron cuando estaban vivos; libre y voluntariamente prefirieron el mal en lugar del bien. Ahora observa bien, pues para algunos comienza el rechinar de dientes, sufrimiento y muerte eterna, gusano que no muere y fuego que no se apaga. Porque el que no está conmigo, está muerto; esa es la verdadera muerte. No la que llamáis vosotros muerte”.

Los demonios corrieron hacia la hornilla después de la orden de Satanás, y metían el trinche, y sacaban a los condenados traspasados por los trinches. Se movían como culebras sin poder soltarse. Gritaban, se contorsionaban, les salía sangre. Algunos fueron traspasados por la espalda, otros por las piernas, otros por la cabeza. Agarraban los trinches queriendo salir. Pregunté al Señor:

-¿Por qué esas almas tiene sangre? Y me dijo:

-”Al infierno vienen en cuerpo y alma, como al Cielo van en cuerpo y alma. Estamos en el primer infierno y ya fueron juzgados. Aquí están todos los condenados desde la Creación del Mundo hasta el Diluvio.»

Los demonios colocaron a los condenados como en una lámina de zinc galvanizada, y los agarraban a trinchazos entre dos o tres demonios. Luego como con un cortaúñas, un poco más largo, les prendían pedazos de carne y poco a poco le arrancaban las uñas, los dedos, el pelo; los gritos eran desesperados; eran gritos que terminaban en lamentos…

Para que no gritaran, sacaron una especie de arma no vista en la Tierra por mí. Se la metieron en la boca. Aquella arma se abrió como una mano, y al cerrarse le agarró la lengua, y la arrancaban, bien torciéndola o tirándola. Luego con un cuchillo bien afilado, la comenzaban a volver cecina (carne seca y salada), a destazar (volver pedazos como de bistec). Los condenados no podían gritar, sus ojos parecían salirse de ellos. Y sus mandíbulas pegaban una con otra haciendo un rechinar de dientes horrible!!! Después de desprender la carne, trozaban los huesos y los volvían nada. Por último partían la cabeza, hasta quedar trizas, todo parecía nada en la lámina. Sangre, carne en trozos, huesos, aquello era horrible. Y en los huesos había gusanos. Entonces dije al Señor:

-¡¡¡Pobres personas!!! Pensé que no iban a morir; por fin murieron, aunque los pedazos de carne se mueven. Él me dijo:

-“Aquí no existe la muerte. Fíjate bien”. Los demonios tomaron esa lámina y echaron los trozos de la persona sobre un hueco donde había llamas y fierros filosos (hierros afilados), una especie como de molino para volver todo polvo. En la parte de abajo de ese hueco estaba otra vez el hueco de la hornilla. Al caer ese polvo vi que las personas volvían a tener cuerpo y el que se dejaba agarrar por el trinche volvía a padecer lo mismo. Entonces pregunte al Señor:

-¿Qué pasa, por qué tiene que volver a vivir? Él me dijo:

-“La muerte ya no existe, como los hombres la llaman. Aquí se padece la muerte eterna, que es la separación de DIOS. Y para llegar a este lugar de tormentos, cada uno llegó aquí libre. Ésa fue la elección de ellos. Yo ya no puedo hacer nada por ellos. Cuando podía me despreciaron y llegaron a este lugar no creado para los hombres; para los hombres fue creado el Cielo. Este lugar fue creado para Satanás y sus ángeles.”

Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento. Cada uno paga según sus deudas. Y cada uno tiene castigos diferentes, pero todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que pecaron es con el que más sufren. Según se hundían en el lago de fuego, aparecían en un lugar de arenas candentes, al rojo vivo. El calor era sofocante; no se podía respirar y gritaban, ¡¡¡ Tengo sed!!!

Entonces un demonio se le subía a la nuca y le abría la boca, hasta desgarrarla hasta los oídos. Otro demonio agarraba la arena caliente, para que la bebieran. Era tal el desespero que corrían sin control en la oscuridad iluminada únicamente por las arenas. Chocaban con otros condenados y peleaban como perros callejeros.

Al llegar al final había rocas con puertas. Cada uno miraba sólo una puerta. Al abrirla había un hoyo donde estaban los animales ponzoñosos, y aquellos que más temían cuando estaban en la Tierra. El Señor me dijo que eran castigos psicológicos. No pregunte qué era eso.

¡¡Oh, pobres condenados!! ¡¡¡Que desesperación, que pesadilla sin fin!!! Cuando lograban salir de allí, se veían esos animales por el cuerpo y que salían por la boca y por todo lugar. Por lo único que podían correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se cortaban. Unos caían de frente y se cortaban todo, otros de espalda y al final había una planada (una llanura); el que no lograba pararse rápidamente, una piedra redonda lo aplastaba como una cucaracha. Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había, y caían a la hornilla del inicio, y todo volvía a repetirse. El Señor me dijo:

-“¿Te diste cuenta que acá no hay descanso ni un segundo? Ahora te voy a mostrar otro lugar que está esperando a esta generación perversa y malvada. Le voy a mostrar quién sufre más y quiénes van por el camino al Infierno”. Vi entonces tres hornos más grandes que el primero y Satanás gritaba: Que se haga el juicio. He trabajado bastante para darle la bienvenida a mi reino; he inventado nuevos castigos y tormentos. Que vengan aquí los que pudieron salvarse y no quisieron, que vengan a mí los que me sirvieron en la Tierra.

Entonces vi unas mujeres, arrastradas con cadenas. Llevaban cargas como mulas; eran golpeadas atrozmente y atormentadas. Les abrían sus vientres, las dejaban gritar, las despedazaban, les daban con unas cuerdas como de hierro, las insultaban, les mostraban sus hijos que ellas habían asesinado y se las amarraban a sus pechos. Ellas escuchaban el llanto y los gritos de sus hijos ¡¡¡ ¿Por qué me mataste mamá?!!! Al grito del niño, sus pechos se desgarraban y comenzaban a sangrar; sus oídos sangraban y todo aquello era horrible. Y pregunté al Señor:

-¿Señor JESUS quienes son esas mujeres y porque sufren tanto? Me contestó:

-”Son todas aquellas que matan a sus hijos en el aborto. Sufren porque hicieron de sus vientres tumbas, y el vientre es para dar vida. Él pecado del aborto le es a mi Padre muy difícil de perdonar. No basta con confesarlo, si no hay verdadero arrepentimiento. Hay que hacer mucha oración y penitencia, pidiendo Misericordia a DIOS Padre como al hijo que asesinaron. Sus gritos y llantos estarán al frente del Trono de DIOS y su sangre clamará desde la Tierra al Cielo”. Y me dijo:

-”Ora, Ora, por ellas, porque algunas están vivas y pueden arrepentirse. Pues muchas van por el camino del Infierno”. Vi al lado de ellas hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos que ellas. Y pregunté:

-¿Estos quienes son, y por qué sufren iguales tormentos? El Señor me dijo:

-”Son todos los cómplices del aborto, los que las ayudaron. Aquí pueden venir médicos, amigos, enfermeros, parientes, o alguna persona que escuchó que iban a abortar, y no les dijo no lo hagas.”

Seguimos andando por ese ancho camino y vi hombres que venían cabizbajos, con la lengua afuera; se la machacaban con piedras, les quemaban las manos y pies y se la atravesaban con punzones. Lo demonios descargaban toda su ira contra estos hombres. Vi cómo sufrían y pregunté:

– ¿Estos quiénes son y por qué sufren tanto? Y me dijo el Señor:

-”Son los llamados a la más alta Gloria de los Cielos pero la han perdido. Se han vendido y me han vendido. Ellos son mis sacerdotes. Los pecados del sacerdote son doble pena para Mí; por eso su castigo es doble. Son martirizados en la lengua porque han callado mi Palabra y han sido perros silenciosos; tartamudean al hablar. Se han consumido en las pasiones y llenado de mosto, de vino. Para ellos la maldición y el fuego.”Vi mujeres y hombres al lado de ellos que sufrían grandes penas y pregunté:

– ¿Quiénes son estos? Y me dijo:

-”Son los que han pecado con ellos. La mujer que hace caer a un sacerdote, más le valiera no haber nacido, porque es más maldita que Judas. Lo mismo el hombre que haga pecar a un sacerdote.”

Detrás de estas había una multitud que seguían ese camino y sufrían iguales tormentos.

-¿Y estos quiénes son? Y me dijo:

-”Son todos aquellos que se alejaron de mi y de mi Iglesia por el pecado del sacerdote y no oraron por él. El sacerdote se hizo para salvar a los hombres. Si no lo hace, lo ayudan a condenar. Pues mi Palabra dice: los guardianes de mi templo están ciegos; ninguno hace nada; son todos perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes perezosos que les gusta

dormir; perros hambrientos que jamás se hartan. Y son ellos los pastores, pero no saben comprender; cada uno va por su camino; cada uno busca su interés. Venid, dicen, buscad vinos y emborrachaos con los licores. No ayudan al inocente y hacen desaparecer a los hombres fieles (Isaias-56-9)”. Vi detrás de estos, hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos, y le dije:

-¿Quiénes son? Y me dijo:

-“Son todos los religiosos y religiosas. Ora, ora por ellos, para que me amen y logren salvarse. No habléis nunca mal de los míos. Es como si untara el dedo con chile (pimiento pequeño y picante) y me lo metieras en el ojo. Sólo ora, ora por ellos, y no me causes tormentos”.

Vi hombres y mujeres que llevaban vendados los ojos. Detrás de ellos iban muchos encadenados. Los demonios los insultaban, los golpeaban, y los violaban. Su tormento era cruel, y pregunté:

-¿Quiénes son esos? Y me dijo:

-“Son todos los brujos, hechiceros que se han dejado enceguecer (cegar) por Satanás. A ellos les esperan los tormentos inmensos, porque vivieron más cerca de Satanás acá en la Tierra, más que de Mí. Y sufrirán más que nunca, por haber servido en el mal, libre y voluntariamente. Los encadenados son todos aquellos que los consultan, y todos aquellos que mandan a hacer un mal de brujería. Es preferible que mataran cara a cara, y no así. Pues escrito está, que mi Padre no salvará a esa raza. Fuera de Mí, perros malditos. Para vosotros no habrá fuego ni brasas para calentar el pan (Isaías 47- 12)”.

“Ora, ora, porque hay muchos que pueden arrepentirse. También la multitud que les siguen y sufren tormentos son los creyentes en horóscopos, invocadores de espíritu, toda persona que quiera saber el futuro, o consulte a uno de ellos, es merecedor del Fuego Eterno del Infierno.

Vi luego hombres y mujeres atados por cadenas en las manos. Cada uno tiraba por su lado. Se tiraban y se caían entre sí. Los demonios les decían: por tu culpa sufre; dale más duro. Y pregunté:

– ¿Quiénes son? Y me dijo:

-”Son todos mis matrimonios que no viven en paz. Son dos bestias atadas por la misma cuerda.” y pregunté:

– ¿Por qué van al Infierno? Y me dijo:

-”Besa mi mano”. Lo hice y me la colocó en los ojos. Y vi que en esos hogares había insultos, celos, peleas, y Satanás le gritaba a JESÚS: ¡¡Mira, mira cómo tengo a tus matrimonios!! ¿Qué sacaste con santificarlos en el Sacramento? Como la primera pareja me pertenecen; pero ahora haré que pierdan la Gloria. No permitiré que oren ni que vayan a Misa. Y se reía a carcajadas… mientras JESÚS lloraba:

– “Orad, porque hay muchos que pueden arrepentirse y cambiar”.

Vi hombres y mujeres atados por los pies, y sufrían peor que los anteriores. Y pregunté:

-¿Estos quiénes son? Y me dijo:

-”Son todos los que viven sin casarse, o han cometido adulterio o fornicación”. Y pregunté:

-¿Por qué van al Infierno? Y me tocó los ojos y vi que JESUS bendecía todas las uniones entre el hombre y la mujer cuando estaban íntimamente, como la primera pareja. Pero cuando no estaban casados, era Satanás el que dormía al lado de ellos. Golpeando al Señor JESUS, le escupía la cara diciendo: Mira tu criatura el hombre, convertido por mí en un animal. Aun peor que él. ¿De qué te sirvió morir por ellos? Yo destruiré tu Sacramento que les permite unirse santamente. Pero yo haré de cada lecho un fuego infernal envuelto en pasiones aún no permitidas. Pues a mí sí me escuchan, aunque yo no les ofrezco un reino de paz, sino de dolor…Y JESÚS me dijo:

-” Mi sufrimiento para ellos ha sido inútil, por eso van al Infierno.”Y vi que unos de los castigos para ellos, es ver al hombre o mujer por el cual se condenaron, en el pecho, y Satanás le daba un cuchillo filoso y ellos mismos se cortaban, y sacaban pedazos de carne hasta llegar al corazón. Diciendo: ¡Maldito, maldito! ¡Por tu culpa estoy aquí en este infierno! Te quiero sacar del pecho para siempre pero no puedo. El Señor me dijo:

-”Ora, ora, porque algunos están vivos, y se pueden arrepentir”. Vi hombres atados con hombres, y mujeres atadas con mujeres, atados por la cintura, que se balanceaban, como animales salvajes, arrastrando una presa.

-¿Y estos quiénes son y por qué sufren? El Señor me dijo:

-”Son toda clase de homosexuales y lesbianas que, libremente me rechazaron, y no fueron capaces de ser castos ofreciendo su vida”. Y vi como Satanás, se revolcaba en el lecho de estos pobres seres, dándoles más deseos sin llegar a ser saciados nunca. Y vi cómo los espíritus los atormentaban en sus partes con los que pecaron. Y vi que les atravesaban palos desde el ano hasta la boca, y les giraban. Y pregunté

-¿La presa? Y me contestó:

-”Son todos aquellos que se acostaron con ellos. Ora, porque aún hay vivos que pueden salvarse al arrepentirse. La persona homosexual que ofrezca su Castidad a Mí, y viva sin hacer pecar a nadie, Yo derramo mi infinita Misericordia, porque los amo inmensamente.” Toda relación, anal es condenada por el Señor, es contra la Naturaleza. No podemos condenar a quienes practican la homosexualidad, si hacemos lo mismo.

Vi hombres y mujeres con caras de animales, y sufrían inmensamente. Y al lado de ellos, unos que llevaban como unas cintas y unas hojas o revistas donde había mujeres y hombres desnudos. También sufrían y van al Infierno. Y le pregunté al Señor:

-¿Quiénes son? ¿Y también van al Infierno?

Sí, van al Infierno si no se arrepienten. Los primeros son todos los que han tenido intimidad con los animales, rebajándose al nivel de la bestia, y aún más que ella, porque si ella pensara, no lo haría. Y todo aquel que haga del sexo una obsesión a través de películas, revistas, chistes grotescos, prostitución, palabra de mal sentido, son dignos del Fuego Eterno, con todos sus tormentos; pues han aprendido a hablar la bajeza de Satanás y no a hablar y vivir la Santidad y Pureza de DIOS Uno y Trino.

Vi hombres y mujeres de diferentes edades, y caminaban como ciegos golpeándose con todo. Y un demonio estaba al pie de ellos, haciéndoles caer más y más.

-¿Y estos quienes son Señor? Y me dijo:

– “Son todos los borrachos, alcohólicos van porque han destrozado el templo del Espíritu Santo, donde mora la Trinidad Santa: Su propio cuerpo. Y han hecho daño a sus semejantes, a sus familias, olvidándose del Primer Mandamiento: Amar a DIOS y al prójimo como a sí mismo. Estos no han aprendido ni siquiera a amarse.”

Y al lado de ellos, iban de diferentes edades reventados los labios, con humo en la nariz.

-¿Y estos quiénes son?, pregunté. Y me dijo:

-“Son todos los fumadores de toda clase de hierbas, droga, cigarros o vicio. Y van porque no han amado su propio cuerpo; y los que van con ellos, son todos los que ofrecen, o llevan a pecar. Yo les he dicho, que el que regala un vaso de agua, es digno de Cielo Eterno (El Evangelio habla sólo de recompensa; no de Salvación eterna). Pero también quien ofrece, o hace pecar a alguien, es digno del Fuego Eterno (si el pecado es grave). Ora, porque algunos pueden cambiar su vida, y librarse de este Castigo”.

Vi hombres y mujeres en minifalda, o con vestidos indecentes, y detrás de ellos, un gran número de hombres y mujeres. Y pregunté:

-¿Por qué van al Infierno, y por qué los atormentan? Me contestó:

-“La mujer que use minifalda va al Infierno por corromper al hombre seduciéndolo con su vestuario; y lo mismo el hombre. Van por dejarse seducir. Cuidado con el vestuario. La mujer no debe llevar pantalón, y si lo lleva, que no sea ajustado. Muchas parecen mulas con frenos. Los hombres no deben llevar el pantalón apretado, pero tampoco, aquellos que parecen faldas.”

Vi que iban hombres y mujeres de toda edad, hasta niños, con las manos cortadas, algunos sin dedos. Y le pegunté:

-¿Quiénes son y van al infierno? Y me dijo:

-“Son todos los tramposos, los ladrones, los estafadores, los que no pagan sus deudas, los que sólo se dedicaron al trabajo, los avarientos, los que en su corazón sólo estaba el Dios dinero, los que nunca dieron una limosna al pobre, ni ayudaron al más pequeño de sus hermanos. Son todos aquellos que al final les tendré que decir: Apártate de mi maldito; ve al Fuego Eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y no me disteis de comer, sed y no me disteis de beber. Fui forastero y no me alojasteis, desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Ora, ora por ellos, porque algunos están vivos y pueden cambiar su corazón de piedra (Mateo 25.)”.

Vi hombres y mujeres de todas las edades, que llevaban la lengua afuera, y un demonio iba montado sobre sus hombros, metiéndole su lengua en la boca de ellos. Era una gran cantidad y le pregunté al Señor:

– ¿Quiénes son Señor, y por qué traen ese demonio? Me dijo:

-“Son todos los chismosos, calumniadores, mentirosos, son todos aquellos incapaces de domar la lengua. Que hicieron mal, pues está cargada de veneno mortal, como escrito está en mi Apóstol Santiago “Sabed domar vuestra lengua” El demonio que llevan es el demonio del chisme. Ora para que se conviertan, porque algunos están vivos, y no vengan a este lugar de castigo”.

Vi hombres y mujeres que de sus bocas salían sapos, y víboras. -¿Y estos quiénes son? Pregunté.

-“Son todos los que pudieron enseñar mi Fe y mi Doctrina y no lo hicieron. Pero sí enseñaron cosas falsas basadas en teorías sin poderse comprobar. Son los maestros, escritores, catequistas, sacerdotes y padres de familia y todo el que pueda enseñar mi Fe. Y toda persona que destruya la Fe de mis pequeños niños. Yo les he escrito: ¡Ay del que enseñe otra palabra! ¡Ay del que escandalice a uno de estos pequeños! Más le valiera amarrarse una piedra de moler al cuello y tirarse al mar. Ora, ora porque para ellos, el castigo es tremendo. Y (para que) no lleguen al lugar del castigo.”

Vi familias y padres e hijos golpeándose. De sus bocas salieron llamas de fuego. Y pregunté:

-¿Por qué vienen aquí y por qué los atormenta el demonio, y por qué sale fuego? Y me dijo:

-“Son los padres que no se hicieron amar y respetar con sus hijos, los insultaron. Son los hijos altaneros y groseros con sus padres.” Y pregunte:

-¿Por qué van ellos ahí? Y me dijo:

-“Al final, cuando cada uno se presente ante el Justo Juez, si no fueron buenos van a decir: ¡Maldito de mí por no haber respetado y amado a mis padres! Y por esa maldición van al Infierno. O va a decir: ¡Maldito por no obedecer y seguir la Fe Católica! O al contrario, van decir: ¡Malditos mis padres porque no me enseñaron a respetarlos y amarlos! Por esa maldición los padres van al Infierno. Al contrario, los padres deben respetar y dar amor a sus hijos. Jamás con insultos. Ora, ora, porque algunos pueden salvarse”.

Vi que en esas casas, donde el padre y la madre, insultan a sus hijos, los demonios salen de sus bocas como gusanos o serpientes que se arrastran. Y poco a poco van y se meten al otro hijo, o al esposo que está lejos. Vi que la única manera para acabar esos demonios en esas casas, es rezar y especialmente el Santo Rosario.

Vi gente de toda clase y edades que botaban (malgastaban) dinero al aire y alrededor de ellos, gente muriéndose de hambre.

-¿Y estos quiénes son y por qué van al Infierno? Y me dijo:

-“Son todos los que desperdician el dinero en lo que no sirve; son los que compran cosas innecesarias, son los que hacen fiestas para sus gustos, invitan únicamente a los que pueden llevarles algo o lo invitan a otras fiestas. Son todos los que desperdiciaron comprando en demasiadas cosas y las dejan dañar (estropearse) en sus refrigeradores en vez de regalarlas. Y nunca hacen obras de Misericordia; sólo piensan en ellos mismos, mientras alrededor del Mundo se mueren de hambre. Ora, ora por ellos para que se conviertan, y no vayan al lugar del castigo”.

Vi jóvenes que llevaban aparatos en sus oídos. No pregunté qué aparatos porque no los conozco; conectados a una radio, caminaban como sonámbulos. Por esos aparatos les entraban escorpiones, sapos y muerte. Y pregunté:

-¿Quiénes son? Y me dijo:

-“Son todos aquellos que escuchan música satánica, rock, la música metálica y se han convertido en adoradores del diablo, que los lleva a su propia muerte y les hace perder el sentido de la vida. Son todos los que entran a culto satánico, discotecas, o en sus casas se encierran escuchando a alto volumen esa maldita música. Para ellos la vida no tiene sentido, ni estudiar ni nada. Se vuelven perezosos y rebeldes. ¡Pobre juventud! Va a la perdición. Ya no hay inocencia en los mayores de 4 años. La maldita televisión y la música los han pervertido, y su corazón enceguecido los va alejando de Mí. Ora, ora, para que Yo pueda rescatarlos, pues viajan como moscas a la carroña. Ora, ora para que abandonen todo, y no lleguen al lugar de castigo elegido por ellos”.

Vi hombres y mujeres de toda clase, que caminaban de espalda, y un demonio los arrastraba y al caminar, tropezaban con otros, y los hacían caer. Pregunté quienes son, y me dijo:

-“Son todos aquellos que me iban siguiendo por el camino del Cielo, pero las dificultades, los tropiezos, el desaliento, los problemas con los mismos grupos, los hicieron que me abandonaran, y hoy van camino al Infierno, y se llevan a otros. A estos les es difícil volver a Mí porque tienen un demonio que los detiene. Este demonio al final los entregara a Satanás, y recibirá más orgullo por haber vencido a uno de los míos. Ora, ora por ellos, pues mi corazón se hiere continuamente, por estos nuevos judas que no quieren sufrir por Mí”.

Vi hombres y mujeres de diferentes edades y clases, golpeándose el pecho con un cuchillo. Luchaban por quitar un espectro humano, desde los pechos hasta sus ingles. Al golpearse, sus heridas sangraban mientras que un demonio les gritaba: ¡¡Tú has sufrido mucho por culpa de él. Dale más duro, dale más duro, no le perdones, no le perdones!!. Entonces pregunté:

-¿Quiénes son Señor, y quienes son los que están en el pecho? El Señor me dijo:

-“Son todos aquellos que nunca han perdonado la falta de sus hermanos, guardan rencores, odio, resentimiento, rencillas, pensando que fueron los únicos que sufrieron. Las personas que llevan en el pecho, son sus supuestos enemigos. Y por eternidad de eternidades, los tendrán en el pecho como castigo. Orad, orad, para que perdonen, como Yo perdono, porque si no perdonan las faltas de sus hermanos, mi Padre tampoco les perdonará.”

Vi hombres y mujeres de todas las edades. Sus manos sangraban, y ellos al mirarlas gritaban de terror. Y un demonio les cortaba con una espada, los pasaba por parte y parte, volviéndolos nada. Pregunté:

-¿Quiénes son Señor? Dijo:

-“Son todos los asesinos, los secuestradores, los atracadores, son todos aquellos que le han quitado la vida, a alguien, física, psíquica, y espiritualmente. Son aquellos que pudiendo salvar una vida, no lo hicieron. Su sangre clama, desde la Tierra al Cielo. La vida Yo la doy y la quito cuando quiero. Nadie fuera de DIOS puede quitar la vida, ni a un niño, ni aun anciano, ni aun un enfermo; sólo DIOS dispone de ellos. Quien lo hace le esperan los más grandes castigos y tormentos en el lago de azufre, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Ora, ora, porque hay muchos que están vivos y pueden arrepentirse, hija mía; ora, especialmente por los médicos”.

Seguimos caminando y vi hombres y mujeres, jóvenes y niños de todas las clases. Iban dando vueltas entre sí como perdidos y confusos. Los demonios los cubrían con sus sombras, y les decían: no creáis, no creáis. Y pregunté:

– ¿Quiénes son? Y me dijo:

-“Son todos aquellos, que pertenecen a mi Iglesia o pertenecieron, pero que abandonaron los sacramentos, o si acuden no creen en ellos, ni en la Gracia ni en el poder santificador a través de ellos. Han despreciado al DIOS de la Verdad por la mentira. Quienes más sufrirán, son los que no creyeron en mi Real Presencia en la Sagrada Eucaristía, y se hicieron sacrílegos; pues mi Carne es verdadera Comida. Mi Sangre es verdadera Bebida; y quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en Mí y Yo le resucitaré el último día. Ora, ora porque algunos pueden regresar”.

Vi hombres, jóvenes, mujeres y niños con edad de razón, en gran cantidad. Cminaban a tientas, pisaban cualquier luz que los podía iluminar. Los demonios gritaban: !No creáis en la luz, no creáis! Y pregunté:

-¿Quiénes son? Y me dijo:

-“Son todos aquellos, que han cometido cualquier pecado y no lo han confesado, por vergüenza, o porque no creen. O si lo confesaron, no lo hicieron con verdadero arrepentimiento. DIOS conoce el corazón de cada hombre. Ora, ora para que se conviertan. Nadie que no confiese su pecado puede entrar en el Reino de los Cielos”.

Entonces exclame: ¡¡¡Señor JESUS, DIOS mío, ¿Quien puede salvarse?!!! Me contestó:

-“Tú ven y sígueme. Para DIOS nada es imposible.” Callé, y seguimos caminando. Encontramos miles, y miles que iban al camino del Infierno. No pregunté quiénes eran ellos. Sólo iba pensando: ¡Misericordia, DIOS mío, Misericordia Señor….

Él no me dijo quiénes eran, ni cuál fue su pecado. Eran de toda edad, y de toda clase, y por algo que yo no entiendo, se me dio a saber, que eran de toda religión, fe y creencia. Porque DIOS hace juicio sobre toda persona que venga a esta Tierra, nazca donde nazca y crea en lo que crea. Después de caminar y caminar JESÚS me dijo:

-“Aquí termina el camino al Infierno”. Y se sentó sobre una piedra. Sus llagas sangraban, sus ropas eran rojas y estaba llorando. Le dije:

-¿Qué tienes Señor y DIOS mío? ¿Por qué tus vestidos están rojos si llegaste de blanco, y por qué sangran y por qué estás llorando? Y me dijo:

-“Lloro al saber, que para ellos mi Sacrificio fue inútil, y mi Sangre se derramó en vano. Pues ellos no quisieron salvarse, me despreciaron. Mis ropas están rojas, empapadas por mi Sangre que he vertido en el dolor de sus pecados, y que ellos no quisieron recibir. Ya que mi Perdón esta dado por parte de mi Padre pero ellos no me recibieron. Y yo os he escrito: El que me reciba lo haré hijo de DIOS. ¡¡Oh hija mía!! ora, ora, ayúdame a la salvación de los hombres y de las almas”. Nos abrazamos y lloramos juntos. De pronto yo estaba en mi cuarto, abrazada fuertemente en Él. El miedo era espantoso. Todo mi cuerpo temblaba. Le dije: “Señor, tengo miedo”. Me colocó la mano sobre la cabeza y me dijo:

-“Esto que has visto no lo contarás hasta dentro de 6 meses que te hayas repuesto completamente. Luego te llevaré al Cielo, y te mostrare el camino de quienes van por él”. Oramos juntos. Se despidió dejándome en paz. Lo vi partir, me volvió a mirar. Aún iba llorando, sus ropas iban rojas, sus llagas sangraban. Me dijo adiós con la mano, y desapareció de mi vista.

A.M.D.G.


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